Nos sacamos nueva foto teniendo por detrás a la calma laguna y encaramos por la R 17 camino al cruce con la R 10 mientras comentábamos que los flamencos rosados no estaban a la vista por dos razones obvias: no estarían cerca de la gente y su costumbre de importunarlos, ni podrían estar allí un 9 de enero dado que para esta fecha se encuentran en las lagunas andinas, como lo hemos explicado en otras campañas (pueden seguir el enlace http://viajerosenlapuna.blogspot.com/2009/09/laguna-grande_26.html , vale la pena.). Siempre por la R 17, cruzamos la 3, luego el río Segundo, el pueblo de Marull y nuevamente tuvimos hacia el norte, la vista del mar de Ansenuza en una espléndida bahía. Pasamos por el Río Suquía, el pueblo de La Para, luego Villa Fontana, y ya comenzamos a tener conciencia de que comenzábamos una trepada muy suave. Dejamos atrás la entrada a La Puerta, y Obispo Trejo, mientras el paisaje nos había llevado a una plena armonía. Suaves redondeos verdes en una planicie que permitía avizorar en el horizonte oeste, las estribaciones de las sierras.
Cuando la R 60 gira al oeste, seguimos al Norte por la R 157 hasta San Antonio donde doblamos al oeste por la R 2 (doy las coordenadas por las dudas: 28.55.48 y 65.05.32), hasta Icaño, unos 24 km. hasta el cruce del río. Una vaca echada a la vera del camino nos hizo dudar si estábamos en Catamarca o en la siestera Santiago; y otra vez la tormenta amenazándonos, como no queriendo que trepáramos el Ancasti.
Ancasti nos recibió como siempre, linda, envuelta en verdes paisajes a 880 mts. snm., y ya estábamos en Anquincila, en donde esperábamos encontrar a Rosana y a Norberto, dos enajenados de Tristán Suárez (Distrito Ezeiza; Bs As), que se enamoraron de Catamarca (¡quién no!). Otra vez la lluvia nos alarmo. Debíamos bajar por la Cuesta del Portezuelo y no lo queríamos hacer con mal tiempo, es demasiado respetable para arriesgarse.
Corrales, un chanchito rutero, una sobrina loca con un caracol andinista y un mirador increíble teniendo por límite El Ambato y en el medio, San Fernando del Valle de Catamarca.
No tardaríamos en ver los mil tonos de verde y un caminito largo que baja y se pierde.
¡Cómo no estar exultante!
No hay comentarios:
Publicar un comentario