Después de disfrutar del tránsito por una pintura cantada y sorprenderme, siempre, por los criterios estéticos de la naturaleza, llegamos a la ciudad en donde nos reabastecimos.
Estaba en nuestros planes ir a Andalgalá por el valle pero no teníamos claro la ruta y conociendo de los infinitos caminos sin salida, decidimos no arriesgar y encarar hacia el sur. Tomamos la R 38 al sur para rodear el Ambato, superamos Huillapima (a unos 20 km.), y Chumbicha, antes de encontrarnos nuevamente con la R 60 y girar al norte. Al llegar al desvío con la R 46, otra vez a decidir: juguetones, los dioses se hicieron notar con forma de... tormenta al norte. Decidimos, otra vez, no enojar a Kakanchik (dios de las tormentas diaguitas/kakanes), por lo que desistimos de conocer Andalgalá (al menos por ahora) y seguimos hacia Aimogasta.
Nos reencontramos con la tan antigua como mágicamente hermosa ruta 40 y la sorpresa, en el cartel un calco de La Corta, el negocio de Gladys y Carlitos Renoldi ( El Loco ). Desde allí, pusimos rumbo a Londres, y a buscar provisiones en un almacén que nos recordaba a El Shinkal. Nos encontramos con calles de prolija cartelería pero sin nombres orientadores por lo que curiosos, le preguntamos a una señora que justo resultó ser opositora al intendente local. De lo que dijo, solo tomaremos la parte en que señaló que el intendente no conoce ni el nombre de la calle de Londres, el resto, parecieron ser merecidos improperios.
Un paso por el río, esta vez casi seco, que se interponía en el camino, y luego ya en Belén, nos alojamos en un departamento muy equipado y económico pero sin protecciones para los ronquidos familiares, por lo que en aquella noche, hubo un duelo sin igual. El cansancio acumulado hizo lo suyo y dormimos plenamente. Llevabamos recorrido 1635 km.

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Barranca Larga. ¡Allá vamos!
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